CONTAMINACIÓN

El efecto de la contaminación aún no ha sido convenientemente evaluado en su impacto para la fauna en peligro de la Argentina y si bien no sería causa principal de retroceso de nuestra vida silvestre, sin duda debe ayudar a agravar la crítica situación de algunas especies. Podríamos distinguir una contaminación aérea o atmosférica ligada a los grandes centros urbanos e industriales y a veces a plantas industriales particulares que producen efectos graves incluso en la población humana. Seguramente este tipo de contaminación es causa de pérdida o alejamiento de algunas plantas o animales pero aún carecemos de información concreta que avale esta presunción. Otras en cambio muestran una especial resistencia a estas circunstancias como las calandrias (Mimus saturninus) que habitan las plazas céntricas de la Capital Federal y que lucen a simple vista más oscuras que las del campo por culpa del hollín y el smog de "Buenos Aires".

La contaminación acuática es para muchas de las especies aquí tratadas un enemigo potencial.
Bastaría la conexión de las plantas de desagües cloacales o industriales a algunos ríos, arroyos o lagunas para acabar con especies endémicas de distribución muy limitada. Los focos de contaminación acuática más graves del país están sumamente dispersos y a veces son causados por una sola industria. No obstante se puede, como en el caso anterior, señalar al cinturón industrial La Plata-Bs.As.-Rosario como uno de los sitios más contaminados. Cuencas enteras como las del Riachuelo-La Matanza, el Reconquista-Morón, el Luján, etc. Son reflejo de años de convivencia anti-natural con los cursos fluviales. La contaminación costera del Río de La Plata alcanza proporciones tan alarmantes que los habitantes de Bs.As. y alrededores desde hace años, son advertidos del peligro de bañarse o ingerir sus aguas. Pero lo mismo podría repetirse en cada río, arroyo, lago o laguna del país que atraviese o bordee una ciudad, incluso la cabecera oriental del Lago Lácar en el Parque Nacional Lanín y el Lago Nahuel Huapi en varios sectores costeros denotan efectos de una avanzada contaminación.

En la llanura pampeana varias lagunas ven acelerado el proceso natural de eutroficación (es decir de sedimentación natural y rellenamiento) por el volcado de los residuos cloacales de los poblados vecinos con lo cual hay un aumento de la vegetación que pronto cubre todo el espejo de agua.
,/BR> Numerosos casos de mortalidad de peces en los ríos del país, incluso en el de La Plata por culpa del envenenamiento de las aguas por sustancias tóxicas ya han sido detectados a lo largo y a lo ancho del país. Si bien la fauna mayor hasta ahora no parece demasiado afectada, teniendo en cuenta lo ocurrido en otros países del hemisferio norte donde hasta las nutrias emparentadas con nuestros lobitos de río han desaparecido por culpa de la contaminación, el creciente proceso de contaminación que se intensifica lejos de disminuir, y la aparición de numerosas aves y mamíferos acuáticos con el pelaje o el plumaje manchados de petróleo y otras sustancias colorantes, no debemos pecar de descuidados en este aspecto. Incluso en la costa marina además de playas cada vez más repletas de basura, producto de una actividad turística insensible a las cuestiones de la naturaleza, o que llega flotando desde alta mar desde las embarcaciones, se notan efectos serios de contaminación coincidentes con desagües pluviales, cloacales o industriales. Así la Bahía Blanca, el Golfo Nuevo, la Ría de Deseado, la Bahía San Sebastián y todas las costas cercanas a ciudades ya denotan síntomas de contaminación. La actividad petrolera, trae lamentablemente aparejada la formación de piletas al aire libre, derrames involuntarios, accidentes de buques (especialmente de petroleros), como el ocurrido en la Antártida con el Buque A.R.A. "Bahía Paraíso" y el lavado de tanques o centinas que producen las trágicas "mareas negras" que causan miles de víctimas.
No debemos dejar de señalar el uso masivo de agrotóxicos, en especial organoclorados de largo efecto residual como el D.D.T y sus derivados que causan anualmente la mortandad de numerosas especies útiles a la agricultura o incluso acuáticas debido al arrastre que sufren con las lluvias hacia los ríos y arroyos. Si bien sus efectos aún no han sido debidamente cuantificados, muchos conocedores culpan a las fumigaciones o a los cebos tóxicos de animales muertos (especialmente aves) sin daño externo alguno o de las desapariciones locales o temporales de ciertas especies. El conocido fenómeno de acumulación de sustancias tóxicas en algunas aves rapaces que no mueren pero llegan a ver afectado el metabolismo del calcio que provee a sus huevos de la envoltura calcárea, la que no resiste el período de incubación malogrando su descendencia, aún no ha sido debidamente documentado en la Argentina pero no debe despreocuparnos ya que ha sido registrado en el hemisferio norte en especies comunes como el halcón peregrino (Falco peregrinus) y el sangual o águila pescadora (Pandion haliaetus). Recientemente Greenpeace Argentina ha efectuado interesantes documentos que revelan la cantidad de biocidas que se usan en nuestro país en desmedro de toda nuestra fauna y nuestra salud, y que por ello ya han sido prohibidos en los países del hemisferio norte.
Finalmente la deposición de los residuos que generan las grandes urbes va llevando a la constante transformación de los bajos (e incluso de los valles de inundación) perdiendo con el continuo rellenado la fauna sus últimos refugios periurbanos. Así en lugar de convertirlas en reservas educativas para miles de argentinos, vemos desaparecer estas áreas convertidas en mantos de latas, plásticos, escombros y toda clase de inmundicias.

Cada vez que se produce un incendio, no solo se pierde lo incenirado, sino que en el caso del incendio de un bosque traería aparejado la pérdida de especies vegetales, contribuye a la contaminación de la atmósfera.


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